Desde hace miles de años fueron construidos los primeros sistemas de distribución de agua, principalmente en Grecia, Egipto y Roma. Con el tiempo y los avances tecnológicos, se encontraron otros métodos y materiales para crear acueductos de una manera más eficiente y segura, entre ellos el acero.
En la antigüedad, las poblaciones se asentaban cerca de ríos y lagunas para asegurar el suministro de agua. A causa del crecimiento y organización de las comunidades fue indispensable encontrar otras formas de suplir las necesidades hídricas de los habitantes, así que se implementaron pozos, sistemas de recolección de aguas lluvia y acueductos que iban desde los ríos hasta las ciudades.
Los primeros sistemas de distribución de agua se valían de la gravedad para llevar el líquido a su destino. Así, debían sortear de la mejor manera aquellos caminos inestables que impedían que la pendiente de los ductos se mantuviera. Para lograrlo, construían arcos que igualaban el terreno y permitían el flujo del agua.
Aún se conservan algunas estructuras romanas como el Acueducto de Les Ferreres (España), el Puente del Gard (Francia) y el Aqua Claudia (Italia).
Acueducto de les Ferreres (España).
Puente del Gard (Francia).
Aqua Claudia (Italia).
Los primeros acueductos tenían una belleza particular y adornaban las ciudades con sus característicos arcos. En la actualidad, se usan estructuras subterráneas que, en ocasiones, deben soportar condiciones extremas. Entonces, ¿cómo han evolucionado los acueductos para que las tuberías se mantengan en buen estado a pesar del tiempo y de las condiciones de los terrenos?
La evolución de los materiales que transportan el agua
Los materiales más usados en la antigüedad para la construcción de acueductos eran la piedra, el hormigón, la cal y la madera. Sin embargo, con la llegada de nuevos elementos y tecnologías más sofisticadas, se empezaron a implementar tuberías subterráneas que resistían el uso constante y la presión del agua.
Uno de los materiales más comunes para los ductos fue el plomo, pero debido a su toxicidad se descontinuó su uso. Por este motivo, se empezaron a utilizar otros componentes como el cobre, el plástico y el acero.
De acuerdo con la World Steel Association, más del 50 % del acero utilizado en servicios públicos se encuentra en tuberías subterráneas encargadas de distribuir agua y gas.
La fiabilidad y la eficiencia del acero han sido fundamentales para que su uso se haya popularizado en la construcción de acueductos. Además, sus características hacen que soporte el caudal del agua, las altas temperaturas y el paso del tiempo de una mejor manera en comparación con otros materiales de costo similar.
¿Qué hace al acero ideal para transportar el agua?
Cuando de acero se trata, la durabilidad y la resistencia son dos cualidades que no pueden faltar en su definición. Allí radica su importancia para las industrias como la automotriz, la constructora, la energética y la hídrica.
El transporte de agua, aunque parece sencillo, debe contar con características especiales que soporten sus componentes, su temperatura y su presión. Del mismo modo, los tratamientos para potabilizar el líquido le aportan otros elementos, como el cloro, que pueden influir en la resistencia de las tuberías.
¿Qué propiedades del acero lo convierten en una gran opción para transportar agua? Te las contamos (recuerda que las características pueden variar según el grado del acero):
- Su durabilidad y resistencia al paso del tiempo suele ser mayor que la de otros materiales.
- Los tubos de acero pueden alcanzar longitudes y diámetros mayores sin comprometer la calidad de los ductos.
- La resistencia a la corrosión de algunos grados de acero es esencial para conducir el agua de manera segura e higiénica.
- El mantenimiento de las tuberías de acero es relativamente sencillo, pues las fugas de agua se reducen drásticamente en relación con otros materiales.
- Sus propiedades mecánicas hacen que su resistencia a la tracción sea mayor y que soporte mejor las posibles deformaciones y los cambios de presión.
Es así como el acero se ha convertido en un material infaltable para las obras de infraestructura que requieren transporte de agua. Aunque puede ser más costoso que otros materiales, sus beneficios son superiores y, al final, representan un ahorro significativo, pues se evitan reparaciones constantes y frecuentes.