A sus 20 años y con un carisma especial para servir a los demás, Rosa Montoya comenzó a trabajar en Ternium.
Cuando aún era una jovencita recién graduada, Rosa ingresó a la compañía, donde demostró su compromiso comenzando como secretaria y luego en el área Comercial y ahora solo siente agradecimiento con la empresa a la que le entregó gran parte de su vida y corazón.
Rosa tiene historia en Ternium, pues se casó mientras trabajaba en la empresa y tuvo a sus dos hijos — hoy administradores de empresas — ahora se jubila luego de más de 30 años de una labor admirable. Por eso, si una palabra puede definir lo que sentimos por el trabajo que hizo es “gratitud”.
A Rosa la vimos repetir las facturas manuales cuando todavía se usaban, aprendió a introducir los datos en el Blackberry y siempre se caracterizó por retarse y por su disposición para aprender cuando la tecnología avanzaba cada vez más. En las tres décadas que trabajó en Ternium, nunca se fue de vacaciones sin su computador, “porque si no, los negocios no se hacen”, ni dejó de agradecer a Dios y a la vida en todo momento.
"Mis hijos aman a Ternium. Es que si son profesionales, lo son gracias por mi empleo en Ternium. La educación, mi casa, mi carro”, dice Rosa, recordando que fue secretaria cuando ingresó a la empresa, pero también le tocó salir a la ventana para atender a los clientes en la época en que había menos empleados. Afortunadamente, su destino sería el área Comercial, en la que hoy deja un gran vacío.
Sobre su experiencia aquí, Rosa no solo agradece por la oportunidad que le dio la empresa de crecer profesionalmente, sino que recuerda con gran cariño todos esos gestos cargados de humanidad que tuvo el personal de Ternium durante estos años. No olvida, por ejemplo, la forma en que Ángela García y Martín Ceballos se preocuparon por ella cuando sufrió la demolición del edificio Bernavento, donde tenía el apartamento en el que vivió toda su vida.
“Me dieron mucho apoyo y me ayudaron. De verdad que yo no tengo sino gratitud infinita. Se manejaron divino”, cuenta Rosa sobre la tragedia que no impidió que siguiera adelante, dando siempre lo mejor de sí misma.
Y es que ella, con su gran sonrisa y calidad humana, siempre entregó más de lo que le pedimos. Por eso, solo podemos desearle un camino lleno de paseos con su familia, juegos de dominó con sus amigas, la misión mariana que ha procurado seguir con fe y los recuerdos de Ternium que también conservaremos nosotros.
“No dejen perder negocios por nada. Agradezcan, disfruten mucho de esta empresa que para mí ha sido la mejor del mundo, aprovechen todos los beneficios. Igual a esta empresa no hay otra”, se despide Rosa de su gran equipo de trabajo.
En Ternium nos llena de orgullo contar con profesionales íntegras, comprometidas y dedicadas que como Rosa, con su labor, nos permiten seguir siendo la empresa que produce el acero que hace fuerte a Colombia.